martes, 5 de julio de 2016

La vida en las fincas de café

En el año de 1883, el señor Duke, cónsul de Estados Unidos en El Salvador, enviaba un documento a su Gobierno, en el que describía las condiciones laborales en las haciendas cafetaleras salvadoreñas. El cónsul, que ya para entonces era un finquero importante, se fundamentó en su experiencia personal para dar a conocer a su Gobierno las condiciones laborales que se estaban dando en el occidente de El Salvador.
Señalaba el diplomático-terrateniente que la clase trabajadora salvadoreña estaba mayoritariamente compuesta de hombres y mujeres industriosos y pacíficos que se contentaban con un muy reducido salario. El trabajo de éstos se encontraba bajo control directo de los administradores y capataces de la hacienda, quienes decidían si el rendimiento del jornalero era aceptable. Tales vigilantes de los peones, sirvientes y artesanos ocupaban un lugar de privilegio en la hacienda. El sueldo mayor era el del administrador, quien recibía entre 80 y 100 pesos mensuales, mientras que un peón solo recibía de 8 a 10 pesos. Los capataces ganaban aproximadamente 25 pesos y los sirvientes recibían casi lo mismo que los peones.

 Sin embargo, la diferencia entre estos últimos la establecía la comida. Los sirvientes, al igual que el resto de los trabajadores de mayor categoría, podían comer carne, arroz, queso y café. En cambio, la peonada solo tenía derecho a dos tortillas con frijoles en la mañana y al final de la jornada.

Al señor Duke le llamaba la atención que los trabajadores buscasen establecerse en fincas con abundancia de árboles frutales, comiéndose el producto de éstos en grandes cantidades y completamente verdes. Observaba que esta costumbre alimenticia no les causaba daños en la salud. Continuaba narrando el señor Duke que en la hacienda había casas o cuartos para trabajadores. Aquellos que solo trabajaban durante la recolección del grano dormían a la intemperie, aunque el cónsul señalaba que ellos parecían estar satisfechos con sus primitivos dormitorios.
(Tomado de: “Products of Agriculture”, 15 de noviembre de 1883, Despatches from US Consuls in San Salvador, Washington, D.C., National Archives).
Un documento enviado por el alcalde municipal de Sonsonate al gobernador departamental en 1932, sugiere que las condiciones laborales, 49 años después de que el señor Duke escribiese su informe, se mantenían casi inalteradas. Según el alcalde “…la ración alimenticia que recibe cada mozo es, generalmente, tortilla y frijol. En algunas partes acostúmbrase proporcionarles además, por la mañana, su taza de café..., el salario que cada mozo devenga, según datos recabados, son treintisiete centavos diarios [es decir, aproximadamente 11 colones mensuales]”.
Para el alcalde, ...la manera de vivir de los colonos puede explicarse así: aquellos trabajadores que se dedican exclusivamente a las labores de determinada hacienda, en ella misma se les proporciona un rancho de teja para que instalen su vivienda; pero aquellos que llegan en cuadrillas, por ejemplo, se avienen a vivir en las galeras de las fincas onde se han provisto del trabajo diario.

El alcalde también se refería al problema de la salud (que en el informe del señor Duke ni siquiera se menciona) en los siguientes términos: “El estado sanitario es regular y la enfermedad más bien local es el paludismo. Las haciendas más importantes son Santa Emilia, La Fincona, Miravalles, Tonalá, El Edén, Catarina y Conacaste Herrado; pero en ninguna de ellas existe servicio médico”.
(“Informe del Alcalde Municipal de Sonsonate al Gobernador del Departamento”. 23 de mayo de 1932. #0492. documento sin clasificar. Alcaldía de Sonsonate).

3 comentarios: