Desde 1911 hasta 1931, los presidentes de El Salvador fueron todos civiles. El primer presidente de estos años fue Manuel Enrique Araujo, quien gobernó apenas dos años (1911-1913). ¿Por qué dedicar especial atención a un gobernante que estuvo en el poder poco tiempo? Manuel Enrique Araujo reviste importancia en la historia salvadoreña porque intentó iniciar una política de reformas sociales que le darían mayor poder y autonomía al Estado y sus funcionarios. Durante esta administración presidencial se crea una institución llamada Guardia Civil o Nacional.
Presidente Manuel Enrique Araujo. Tomado de: Historia de El Salvador. Tomo II. San Salvador: Ministerio de Educación, 1994. p. 57. |
Pero Araujo no quiso limitar su reformismo a la reivindicación de aquellos golpeados por la expansión económica. Estableció una modernización del sistema de recaudación fiscal que consistió en la creación de impuestos directos sobre el capital o la propiedad. También, durante su Gobierno la prensa señalaba que el presidente planeaba realizar una reforma agraria, crear centros de atención médica gratuita en zonas rurales e inaugurar montepíos que prestasen dinero a bajo interés.
Araujo murió asesinado en 1913, sin que se supiera con seguridad quiénes fueron los autores intelectuales de su muerte. Pese al velo de misterio con que se quiso cubrir el hecho, algunos han tratado de relacionar el asesinato del gobernante con sus programas de reforma social, los cuales se interrumpieron con su muerte.
Todavía no es posible explicar a ciencia cierta por qué con el Gobierno de Araujo cambió la política estatal hacia los grupos de escasos recursos. Sin embargo, existen algunas pistas que ayudan a aclarar tal proceso de cambio. En primer lugar, el Gobierno de Araujo no llegó al poder a través del consabido método del golpe de Estado, sino a partir de un proceso electoral. Araujo pactó con los artesanos, quienes, a cambio de sus votos, exigieron al Estado intervenir para aliviar las precarias condiciones de la fuerza laboral.
Por otra parte, hay evidencias de que, al iniciarse la década de 1910, la violencia en el campo y en la ciudad había adquirido proporciones alarmantes. Tal violencia se expresaba en las relaciones entre iguales, en la familia y, en general, en todas las relaciones sociales. Pero fueron los continuos atentados campesinos a la propiedad e incluso a la misma vida de los terratenientes y sus ayudantes lo que más alarmó a los sectores dominantes. Tales atentados eran un producto de la rabia y la frustración que muchos
pobres sentían al darse cuenta de que vivían atrapados en un mundo de miseria y de sumisión.
Araujo buscó conciliar una política de reformas sociales que llegase a calmar los ánimos de los grupos desposeídos con otra de profesionalización y expansión del aparato estatal represivo. Esta última política tuvo su máxima expresión en la formación de la Guardia Nacional. Si bien, la política reformista se desvaneció con su muerte, en cambio la nueva institución represiva no solo sobrevivió a Araujo, sino que en los años siguientes extendió sus redes sobre todo el territorio nacional.
Desde la trágica muerte de Araujo en 1913, hasta 1927, la familia Meléndez Quiñónez gobernó el país, comenzando con el ascenso al poder de Carlos Meléndez, quien, por ser vicepresidente de Araujo, asumió el poder cuando este fue asesinado. Estos nuevos gobernantes buscaron perpetuarse en el poder mediante procesos electorales en los que participaba al menos un partido de oposición. Pero la verdad es que estas elecciones fueron siempre amañadas y, lo que es más importante, todo el país lo sabía.
La oposición estaba compuesta por un sector del grupo dominante, cuyo programa político no se diferenciaba mucho del que proclamaban los Meléndez Quiñónez. Por tanto, se trataba de una disputa de personalidades por el mismo proyecto.
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