martes, 5 de julio de 2016

Hacienda pública, desigualdad impositiva y construcción de infraestructura

A partir de la década de 1880, el Estado empezó a darle más atención a las necesidades y las demandas de los grupos más poderosos del país: los productores y los exportadores de café, y los inversionistas en otras actividades conexas a la agroexportación. Por eso, los Gobiernos de turno se preocuparon por financiar las actividades del Estado sin molestar con mayores impuestos a los productores y exportadores de café. Se ha visto, por ejemplo, cómo el sistema de “auxilios civiles” permitió al Estado crear una extensa red de servidores públicos que, a pesar de sus deficiencias, resultaba bastante económica, pues estos servidores trabajaban sin sueldo.
Pero un Estado que busca fortalecerse y estabilizarse no puede depender de funcionarios que no están debidamente remunerados y entrenados. Por eso, el Estado salvadoreño buscó la manera de incrementar los recursos materiales. ¿Qué necesitaba para contratar más empleados y darles mejores condiciones de trabajo?

El aumento de los recursos del Estado dependió, en primera instancia, de los impuestos a las importaciones, la mayoría de las cuales pasaban por los principales puertos de la República (La Libertad, Acajutla y La Unión). En estos puertos, el Gobierno había establecido aduanas que se encargaban de cobrar derechos de importación a la mayoría de los productos que ingresaban al país. En la medida en que aumentaba la producción y la exportación de café, se incrementaba la importación de productos elaborados en Europa y los Estados Unidos. Ya para 1870, los impuestos que cobraba el Estado en las aduanas representaban el 60 por ciento de todos los ingresos del Estado salvadoreño, proporción que se mantuvo con algunas excepciones hasta 1910. 

Además de los impuestos de importación, el Gobierno central y los municipios también cobraban una serie de impuestos de origen interno. El más importante era el llamado “estanco de aguardiente”, mediante el cual la producción y venta de licores solo se podía realizar con permiso estatal y pagando los impuestos correspondientes al Tesoro Nacional. El estanco de aguardiente proporcionó entre una quinta y una cuarta parte de todos los ingresos del Estado durante los años de 1870 a 1910. El Estado también percibía ingresos de la venta de papel sellado y timbres y de las ganancias obtenidas a través del monopolio de la pólvora y del telégrafo, al igual que impuestos directos que debían pagar todos los hombres adultos del país.
Tanto los impuestos a las importaciones como los propiamente internos eran percibidos en forma de dinero o de bonos del Estado. Pero había otros que jornaleros y pequeños campesinos podían pagar en dinero o en trabajo. Por ejemplo, la construcción de vías de comunicación dependió en gran medida del llamado “impuesto de caminos” que se cobraba a todos los hombres adultos del país. Este impuesto variaba de acuerdo con la clase social del contribuyente, pasando desde varios pesos que pagaba un jornalero hasta 50 pesos que le tocaba a un hacendado o gran propietario. Pero si un jornalero o un artesano pobre no disponían del efectivo en el momento, tenían que pagar el impuesto trabajando gratuitamente durante tres días al año en determinadas obras públicas.

Mediante tales estrategias de recaudación de impuestos, el Estado lograba cumplir sus funciones de control social y de desarrollo de la infraestructura sin necesidad de tocar directamente los bolsillos de los grandes cafetaleros. El presupuesto del Estado subió de manera impresionante, pasando de un poco menos de un millón de pesos en 1870 a más de seis millones de pesos en 1900. Sin embargo, los ingresos y los gastos estatales estaban sujetos a los altibajos del precio del café y del comercio internacional en general, aspectos de la economía que escapaban completamente del control del Gobierno salvadoreño. Así, en aquellos momentos en que se detenía el crecimiento económico, como ocurrió durante los años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el Gobierno tuvo que aumentar los impuestos y recortar sus gastos para poder equilibrar el presupuesto nacional.

¿Qué hacía el Estado con los dineros que ingresaban al Tesoro Nacional? Los dos principales gastos del Estado durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX fueron el ejército y la deuda pública. El ejército absorbía entre una quinta y una cuarta parte de todo el gasto, proporción que se explica por la necesidad de una buena preparación militar ante los conflictos que se daban a veces entre los países del istmo (como las guerras que sostuvo El Salvador contra Guatemala en 1885 y 1907), y por la función policíaca que cumplía el ejército.
Desde luego, a fines del siglo XIX, el número de efectivos militares permanentes empezó a crecer y la oficialidad a tratarse como una institución que debía profesionalizarse.

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