El auge del café significó que mucha más población podía vivir en las zonas urbanas, pues las zonas rurales generaban mucha más riqueza que necesidades de productos elaborados fueron satisfechas por otros productores especialistas (zapateros, tejedores, sastres o herreros). Los jornaleros, carentes de medios de producción, no tuvieron más remedio que acudir al mercado para adquirir su ropa y sus instrumentos de trabajo. Si bien individualmente no contaban con gran capacidad de compra, en su conjunto elevaban las ventas.
Las haciendas dejaron de ser autosuficientes, convirtiéndose en importantes clientes de los artesanos locales, especialmente en lo que respecta a la elaboración de todo tipo de instrumentos agrícolas. Pero el mercado más importante que se abrió para estos artesanos estaba en las ciudades. La clase media tenía una capacidad de consumo que estaba muy por encima de la de los sectores rurales. Si bien, estos grupos urbanos consumían muchos productos importados, algunas de sus necesidades fueron satisfechas por los artesanos locales. Labores como las de sastrería, ebanistería, panadería y zapatería tuvieron un gran impulso con el desarrollo de las relaciones mercantiles. Gracias a ello, los artesanos en todos los centros de población se convirtieron en un grupo numéricamente importante. En los diversos poblados del país, desde la ciudad capital hasta la más pequeña población rural, contaban los obreros con sus gremios artesanales, los cuales, junto con la clase media, eran los sectores más importantes.
En general, las condiciones de vida de muchos artesanos en las ciudades eran bastante difíciles.
Un gran número de trabajadores urbanos vivía con sus familias en pequeñas e inmundas habitaciones arrendadas en mesones carentes de las condiciones higiénicas básicas. En cambio, la clase media tuvo acceso a cómodas casas de habitación, contó con recursos económicos para alimentarse adecuadamente y los más ricos de sus integrantes incluso pudieron viajar al extranjero.
Gremio de tipógrafos en huelga, 1927. Tomado de: Historia de El Salvador. Tomo II. San Salvador: Ministerio de Educación, 1994. p. 69. |
Frente a los diversos problemas propios de la vida urbana, las organizaciones de artesanos se multiplicaron rápidamente en el transcurso de las primeras décadas del siglo XX. A través de ellas, los artesanos no solo se propusieron mejorar sus precarias condiciones de vida, sino que también impulsaron actividades de educación y moralización del trabajador. Debido a que el Estado en poco contribuía a la expansión del sistema educativo, los artesanos con sus propios medios crearon escuelas nocturnas; además, idearon sistemas alternativos a la enseñanza formal, como fue la “Universidad Popular”. Todas las semanas se dictaban conferencias sobre diversos temas, dando prioridad a aquellos relacionados con la política y la salud
No hay comentarios:
Publicar un comentario